jueves, 25 de agosto de 2016

Tira la piedra y esconde la mano.


¿Has escuchado alguna vez esa expresión?

Me ha pasado, mi mundo se ha visto rodeado de personas sigilosas en cuanto a maldad de sentimientos se trata, y me refiero a aquellos que poseen cierta habilidad para hacer daño sin que nadie lo note, a los que te provocan en silencio logrando que los espectadores solo vean tu reacción, dejando a la vista tus emociones.

Lo peor es que estas personas están presentes en todo lugar. incluso existe el infortunio que no solo tengas un personaje de esta talla en tu trabajo sino también en tu comunidad, en donde estudies o peor aun dentro de tu hogar.

¿En que nos diferenciamos de esas personas? ¿porque el dedo acusador de otros siempre gira hacia tu en lugar de señalar a los causante de tu desborde emocional?

Pasa lo siguientes. Así como existen las personas que te acabo de describir hay también personas que son genuinas en su forma de ser, se expresan ante toda situación de manera libre y sincera, lo que a veces resulta un tanto negativo porque solo ellos quedan vulnerables ante situaciones que no fueron generadas por los mismos sino que alguien más fue llenando su vaso de agua hasta que rebasa.

Si bien tirar la piedra sería como crear una polémica, lanzar una acusación, dar un aviso sobre algo, “calentar el ambiente” o iniciar una pelea y cuando ya se halla logrado, Esconden la mano para esconderse, retirarse, desaparecer, no responsabilizarse de las repercusiones que haya tenido el “lanzamiento de la piedra” para que no se les involucren en ello.

La gente cobarde es especialista en tirar la piedra y esconder la mano y muchas veces se crean auténticas crisis simplemente porque alguien inicia un rumor, muchas veces falso, pero se empieza a hablar de ello y al final se crean conflictos. Si se dice algo hay que aceptar las consecuencias, ya que lo de tirar la piedra y esconder la mano, a la larga es muy contraproducente. Pero bueno, allá cada cual con sus actos, Es como llamar la atención, hacer saltar una alarma y luego desaparecer para que no sepan quién ha sido.

viernes, 18 de diciembre de 2015

En la vida aparecen personas de alguna parte que te marcan la existencia. Es un juego del destino que coloca en tu camino a gente que, por arte de magia, o sin ella, influyen en tu comportamiento y hasta te hacen cambiar tu forma de ser. Despliegan tal red sobre ti que quedas atrapado por su esencia, sea cual sea ésta.

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Lo que más me gusta de ti es tu capacidad para conseguir engancharme. Eres como un libro, un buen libro, del que acabas un capítulo y estás deseando leer el siguiente. Eso me pasa a mí con tus frases.
El amor y el deseo por él le quemaban la piel, quería estirar las manos a través de la mesa y tocarlo, acercarse, hundir la nariz en su cuello y comprobar que todavía olía a tierra y hierbas, decirle que sin él vivía sonámbula, que nada ni nadie podía llenar el vacío terrible de su ausencia, que daría todo por volver a estar desnuda en sus brazos, nada importaba sino él.
Mi vida está hecha de contrastes, he aprendido a ver las dos caras de la moneda. En los momentos de más éxito no pierdo de vista que otros de gran dolor me aguardan en el camino, y cuando estoy sumida en la desgracia espero el sol que saldrá más adelante.
                                                                         
Trato de no pensar en el mañana; el futuro no existe, dicen los indios del altiplano, sólo contamos con el pasado para extraer experiencias y conocimientos, y el presente, que es apenas un chispazo, puesto que en el mismo instante se convierte en ayer.

Dicen

Dicen los budistas que la vida es un río, que navegamos en una balsa hacia el destino final. El río tiene su corriente, velocidad, escollos, remolinos y otros obstáculos que no podemos controlar, pero contamos con un remo para dirigir la embarcación sobre el agua. De nuestra destreza depende la calidad del viaje, pero el curso no puede cambiarse, porque el río desemboca siempre en la muerte.